26/12/12

JUGUETES CINEMATOGRÁFICOS

      
      También los insectos ocupan su espacio en los tiempos muertos de siempre curiosas películas, sirviendo de singular relleno o insólito paréntesis entre escenas. Tanto en el cine documental como en el de ficción han ido apareciendo en los momentos más insospechados -casi siempre como víctimas propiciatorias- y siendo objeto del mayor despliegue de imaginación, e incluso crueldad humana, que pueda concebirse.



                                          

                                   

                                                ALMADRABAS (1934)
                                   

Se trata de un ya muy lejano documental (1934) realizado por Carlos Velo Fernando G. Mantilla en la costa gaditana de Vejer de la Frontera. Al comienzo del mismo ( min. 1:50) y muy próximo al punto donde los pescadores extienden  sus redes tras faenar, se muestra a un grupo de niños sentados y observando con atención algo sobre el suelo (Fig.1) Le sigue un plano de detalle del mismo, donde se aprecia un gran número de moscas pululando cerca y sobre un artilugio que uno de los niños parece manipular (Fig. 2) De inmediato vemos como el objeto de curiosidad infantil era una ingeniosa trampa cazamoscas formada por dos tablillas de madera que se cierran de golpe por medio de un resorte accionado por el dedo del niño, aplastando cuantas moscas se hallaban sobre ambas (Fig. 3). La secuencia dura escasos 10 segundos.




                                     Fig. 1

                                     Fig. 2

                                     Fig. 3


   


                                      Documental completo (21 min.)





                                  

                                    
                                        LEBENSZEICHEN (Signos de vida, 1968)
                                     


      Segunda Guerra Mundial. Tres soldados alemanes con heridas menores son enviados a Kos, tranquila localidad de Creta, para proseguir allí su convalecencia y hacerse cargo de la guardia del polvorín de una vieja fortaleza. Para matar sus largos ratos de aburrimiento, se dedican a toda clase de pequeñas actividades. Entre ellas, la confección de trampas para cucarachas. (Fig. 1)

      En otra secuencia de la película podemos ver a dos de ellos muy enfrascados en la resolución de un enigma. Se trata de averiguar que es lo que produce el movimiento de los ojos y las falsas orejas de un souvenir griego: una pequeña talla de búho. Así que comienzan a manipularlo, echarle el aliento e incluso el humo de un cigarrillo (ver vídeo debajo) (Figs. 2 y 3), hasta llegar a resolver el misterio sacando un pequeño tapón situado en el dorso de la figura. Del agujero saldrá una todavía vivaz mosca como único motor del ingenioso juguete. (Fig. 4)

                                       
                                     Fig. 1

                                     Fig. 2

                                     Fig. 3

                                     Fig. 4


      
      
                                      Corte de la escena comentada






                                   
                                   
                                       AUCH ZWERGE HABEN KLEIN ANGEFANGEN 
                                       (También los enanos empezaron pequeños, 1970)
                                     


      Nueva muestra del singular realizador de la película precedente, fue rodada sólo dos años después en la isla de Lanzarote. Enloquecida metáfora existencial, También los enanos empezaron pequeños quizá sea la película que mejor plasma el espíritu del primer cine del alemán Werner Herzog, siendo como un grito en pos de una libertad percibida como entelequia. De aquí que todos los personajes humanos que aparecen en ella -interpretados con evidente ironía por enanos- y confinados a un único espacio físico, como en la anterior reseña de Signos de vida, se rebelarán finalmente contra su invisible opresor en una delirante espiral de crueldad y violencia que, lejos de excluir el humor, halla en él su principal soporte expresivo.


      También como en la anterior película, existen momentos de casi idílica tranquilidad donde nada parece perturbar a sus protagonistas. Y, como en aquella, el vehículo que los transporta a esa plácida evasión de la realidad vuelve a ser a través del minúsculo universo de los insectos.

      Una de las protagonistas muestra a sus compañeros de encierro (dado que parecen hallarse en un reformatorio) una caja donde guarda su preciado tesoro (Fig. 1). Más que de una discreta colección entomológica se trata de una curiosa reunión de insectos disecados, con la particularidad de que algunos llevan añadidos en tela sobre el cuerpo componiendo personajes característicos de una boda. El primer ejemplar que la mujer extrae de la caja es una especie de gran ortóptero que corresponde al novio y al que dice haberle cosido un frac de seda y una almidonada camisa (Fig. ) Vuelve a clavarlo en el fondo de la caja y saca un nuevo insecto, en este caso una libélula con un gran velo de tul blanco que presenta como a la novia y a la que ha confeccionado también unas bonitas enaguas (Fig. ) El siguiente es un himenóptero, una estilizada avispa depredadora, a la que ha asignado el papel de dama de honor de la novia (Fig. ) Por último, enseña un pequeño macho de escarabajo rinoceronte rematado con un sombrero de copa que dice se trata del padre del novio (Fig. )

                                     





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